Práctica 2. Laura Garro. La mirada del otro (confinado) #INVTICUA21


 

Cuando el pasado año, más o menos por estas fechas, suspendieron las clases presenciales a causa de la pandemia, reconozco que me alegré un poco porque así no tendría que madrugar e ir al instituto todos los días, a aguantar la chapa de mis profesores. Al principio iban a ser solo quince días, de modo que me lo tomé como si fueran unas vacaciones. Sin embargo, la cosa se fue poniendo cada vez más fea y el confinamiento se alargó hasta junio.

Nunca había visto llorar a mi padre, pero durante los meses de encierro en casa se le escapaban las lágrimas casi a diario, cuando veía las noticias; mi madre, aunque trataba de disimularlo, también parecía muy preocupada. Toda la situación que se estaba viviendo a causa de la Covid 19 me generaba mucha angustia y en más de una ocasión, me encerré en mi habitación para llorar y desahogarme. Una de aquellas veces mi hermano entró en mi cuarto y al verme tan desanimado, me sugirió que tratara de leer algún libro. «Ya verás que, cuando te enganchas a un libro, se te olvida todo lo demás». Mi hermano se llama Jorge y tiene cuatro años más que yo. Nos peleábamos a menudo y nunca nos habíamos llevado del todo bien, pero aquel día decidí seguir su consejo y comenzar con el primer libro de la saga de Harry Potter que él me había recomendado. Enseguida me enganché a las aventuras de Harry, Ron y Hermione y en poco más de un mes ya había leído toda la colección, aunque lo que más me gustaba era ir comentando los libros y viendo las pelis con mi hermano.  

Jorge, que además de lector es un poco friqui, me abrió un perfil en Instagram y me animó a seguir cuentas de librerías, autores y de algunos booktubers para estar al corriente de las novedades y dar con libros que me pudieran gustar. Así fue como descubrí, entre otros, los libros de Laura Gallego, César Mallorquí y Elia Barceló, algunos de los cuales, ya se han convertido en mis favoritos: Finis Mundi (Gallego), La mansión Dax (Mallorquí) y El efecto Frankenstein (Barceló).

En esos meses, fui alternando la lectura de libros digitales en el Kindle de mi hermano con alguno de sus cómics, que me permitía leer bajo amenaza de muerte, si los manchaba o doblaba. Me gustaron mucho los tebeos de Marvel (Spiderman, Iron Man, Los Vengadores…), pero con los que más me reí fue con los Astérix y Obélix y Mortadelo y Filemón.

Ahora, cuando echo la vista atrás y recuerdo los meses de confinamiento, ya no pienso en la angustia, las lágrimas y el desánimo de aquellos días, sino que me acuerdo de las improvisadas tertulias literarias con mi hermano, de los ratos con él jugando al FIFA (sin pelearnos), de las noches de sofá, manta y peli los cuatro juntos, de las maratones de series que solía ver mi padre cuando era joven, como El coche fantástico, El equipo A o El príncipe de Bel Air. Ahora, cuando recuerdo los meses de confinamiento pienso en la suerte que tuve de poder pasar todo ese tiempo con mi familia, disfrutando juntos de tantas cosas.

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